El paradigma social actual es en buena parte, digital, con la replicación de la imagen personal en múltiples plataformas de distribución aparentemente gratuitas, denominadas Redes Sociales. Esta imagen personal, en abrumadora mayoría, es una idealización del individuo, una abstracción a partir de su imagen real, en condiciones perfectas de salud, iluminación y vestuario, o en su simulación. El mercado global de la cosmética se calcula (1) en 70.000 millones de US$, el de la moda es mucho más (2), mientras el número de usuarios de redes sociales alcanza al 45% de los seres humanos, 3.484 millones de usuarios activos (3).
Una de las redes sociales más desarrolladas, Facebook, fundada en 2004, alcanzó verdadera expansión en 2008, donde adquiría 600.000 usuarios al día (4). Poco tiempo antes, en enero de 2007, la compañía californiana Apple Computers había presentado su dispositivo móvil iPhone (5), abriendo a un mercado global lo que hasta entonces se manejaba en un entorno corporativo y gubernamental, identificado con el uso de las BlackBerrys, (6), producidas por una empresa canadiense, Research In Motion.
Lo que pivotaba sobre Privacidad y Seguridad (7) según la sociología y legislación canadiense claudicó (8) ante el empuje comercial y facilidad de uso del producto norteamericano, cuya protección al consumidor y usuario es menor y dispersa (9), disminuyendo aún más con la incorporación de réplicas en forma de sistema Android, del universo también californiano de Google (10).
El crecimiento masivo de las redes sociales (11) se llevó a cabo sobre plataformas tecnológicas en las que la Privacidad y Seguridad no eran elementos esenciales. Y su uso se basa en compartir una identidad (12) con la imagen personal idealizada (13).
Toda nuestra esencia personal y social y su multimillonario negocio global puede verse destruido por UNA sola noticia relativa a la Salud. Padecer, o estar predispuesto a padecer, una enfermedad, se convierte en información valiosa que no se puede difundir libremente.
Los datos de Salud de los individuos se convierten en merecedores de especial cuidado, y como tal están consagrados en el Reglamento General de Protección de Datos, la legislación europea en este campo.
Este mismo dispositivo que utilizan millones de personas para actualizar su imagen en las redes sociales, el teléfono móvil, también está en el bolsillo de los profesionales de salud que los atienden. Unidades cibernéticas avanzadas que permiten tomar notas, apuntar citas, memorizar números de historial, diagnósticos, resultados pendientes, o tomar fotos de procesos patológicos o hallazgos anatómicos. En suma, el teléfono móvil es un Asistente Digital que muchos médicos y enfermeros (y otras profesiones relacionadas) utilizan para facilitar su tarea y con ello mejorar la labor asistencial que prestan a sus pacientes.
La inmediatez, facilidad de uso y disponibilidad, sin embargo, contrastan con las carencias de Privacidad y Seguridad que señalamos previamente. Los teléfonos móviles no son dispositivos seguros, ni sus Sistemas Operativos diseñados con la Privacidad como prioridad. Sin embargo, son ubicuos, accesibles y muchos más baratos que cualquier elemento dedicado.
Pero además los profesionales de Salud necesitan frecuentemente intercambiar opiniones sobre casos clínicos concretos, bien por complemento diagnóstico, bien por necesidades docentes o por coordinación asistencial. Dispositivos inseguros y sistemas globales no garantizan precisamente la Privacidad de esta comunicación.
Frente a la opción no realista de prohibir el uso de móviles en la práctica asistencial médica, utópica en la práctica diaria, cabe utilizar una solución que proteja la información de los pacientes y garantice su Privacidad.
Surge así la Solución DocToDoctor, una aplicación informática de dispositivos móviles y soporte web que protege la información clínica y fotos que los Facultativos precisan guardar, ofreciendo Privacidad en su máximo exponente, y permitiendo el intercambio de información en entorno seguro y cifrado.