Una noticia publicada por Medscape en Español ha suscitado nuevamente el debate sobre las medidas para preservar la #Privacidad del paciente, los pasos a seguir y sobre todo las precauciones que los profesionales sanitarios deberían tomar como pautas obligatorias para salvaguardar la esfera más íntima de sus pacientes y evitar confusiones sobre los fines.
En el iPhone de un reconocido pediatra reumatólogo de Buenos Aires detenido recientemente y acusado de tenencia y distribución de pornografía infantil, encontraron al menos nueve fotografías de dos niñas que el profesional habría tomado en noviembre de 2015 en un consultorio del hospital donde trabajaba. Y aunque el imputado alega que se trata de imágenes registradas con fines médicos, incluyendo una paciente con síndrome articular, cutáneo y neurológico crónico infantil, patología sobre la cual ya publicó artículos, la fiscal y la jueza sospechan que pudo recoger el material con otros fines.
El caso causó conmoción e incredulidad en la opinión pública del país. Y más allá de estos extremos aberrantes, reactualizó la preocupación respecto del protocolo que deben seguir los médicos cuando toman fotografías de pacientes, especialmente menores de edad, así como el papel que deben desempeñar las instituciones de salud en esas circunstancias.
El diario argentino Clarín, por ejemplo, citó el testimonio de la Dra. Lidia Albano, secretaria del Comité de Ética Clínica de la Sociedad Argentina de Pediatría: «Las fotos de los pacientes tienen que ser con consentimiento de los padres si el niño es menor de 13 años. Además, al niño hay que explicarle por qué se hace y para qué. Y hay que garantizar que no va a ser identificado, mantener su anonimato». La Dra. Albano añadió que también es clave la «importancia docente» de que haya una foto.
César Palacios-González, Ph. D. especialista en bioética y filosofía de la medicina del Oxford Uehiro Centre for Practical Ethics, entrevistado por Medscape en Español, sostuvo que el caso plantea la necesidad de reforzar mecanismos que prevengan el mal uso de las imágenes médicas y resguarden la privacidad de los pacientes, una cuestión especialmente sensible en la era de la ubicuidad de los smartphones con cámaras y de las redes sociales. «Cuando el uso de teléfonos y la capacidad de tomar muchísimas fotos y almacenarlas se combina con la falta de procedimientos y la poca regulación en hospitales o a nivel jurisdiccional, siempre va a existir el riesgo de que las fotos se utilicen de manera incorrecta»
«Lo que hay que preguntarse es: ¿qué procedimientos tiene el hospital para que los médicos tomen fotos a sus pacientes? ¿qué medidas extras de seguridad y salvaguarda hay cuando los médicos toman fotografías a menores?», manifestó Palacios-González, y agregó: «La doctrina clásica es que tendría que haber un consentimiento informado donde claramente los padres aceptan que se tome a su hijo o hija, en qué partes del cuerpo, y se hace explicito cuál es el fin de las fotos y cómo esas fotografías van a ser resguardadas por el hospital o centro de salud». Sin embargo, esa práctica parece ser muy poco habitual en Latinoamérica».
Palacios-González mantuvo su posición: «Habrá médicos que piensen que el uso de teléfonos ayuda, pero esas ventajas no son mayores que los posibles riesgos que conlleva usarlos. Las fotos que no son anonimizadas son un problema para la privacidad de los pacientes. Y si esas fotos llegan a internet, no hay forma de quitarlas. No se puede reparar el daño», advirtió.
Llega a proponer una medida que desde Inglaterra parece muy razonable, que haya un fotógrafo médico en cada consulta…. y que se prohiba a los médicos usar sus dispositivos móviles. Medscape explica que eso es difícil, y nosotros sabemos que en castellano se expresa como: «no se puede poner puertas al campo».
Hemos planteado en múltiples foros que los médicos tenemos razones legítimas para recoger fotos de nuestros pacientes, por el bien del propio paciente o de los futuros. Lo que hace el RGPD es obligarnos a registrar el Consentimiento.
Con el sostenido desarrollo de la bioética, el desafío hoy consiste en conciliar los aportes evidentes de la fotografía a la enseñanza y práctica de la medicina con los derechos que asisten a los pacientes retratados. El General Medical Council de Gran Bretaña discrimina entre el uso primario de las fotografías o videos, como cuando sirven para controlar una lesión en el tiempo en el contexto del tratamiento de un paciente específico, y el uso secundario, cuando esas imágenes se destinan a fines educativos o de investigación.
En cualquiera de los casos, el consentimiento informado debería obtenerse aun cuando no se registrasen el rostro o señas físicas particulares (como tatuajes) del paciente que permitieran su identificación, opinó Palacios-González. «No hay que confundir la foto como objeto con la interacción médica con el paciente. Una paciente internada en un hospital que no es escuela de medicina tiene el derecho de decidir si quiere ser vista por un grupo de estudiantes, incluso si le aseguran que van a cubrir su cara. Lo mismo se aplica a las fotografías», afirmó.
Una propuesta similar para limitar las fotos que los médicos toman con sus propios teléfonos celulares formuló en 2017 un abogado estadounidense, porque advirtió que subir a las redes o mostrar a otros ese material podría violar las normas Health Insurance Portability and Accountability Act de Estados Unidos que protegen la privacidad de los pacientes, como reportó Medscape .
Sin embargo, como se puede leer en los comentarios de esa nota, muchos médicos se oponen a ser privados de una herramienta cotidiana práctica, al alcance de la mano y de muy buena resolución para documentar patologías o intercambiar opiniones con colegas. «Hay que castigar a los médicos que hacen cosas estúpidas con los teléfonos celulares, no a los celulares», argumentó un cirujano.
«Lo que habría que hacer siempre es dejar constancia en la historia clínica de que se sacaron fotos para uso médico-científico», expresó la Dra. Reichbach a Medscape en Español.
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